Una joya que estuvimos a punto de perder
Obra del arquitecto húngaro Imre Makovecz, está construido completamente en madera, excepto los cimientos. Las cubiertas del pabellón son de pizarra.
Asemeja su aspecto exterior a una iglesia rural húngara en la que se alzan siete torres. Su interior está dividido en dos sectores: el oeste, que simbolizó la voluntad de pertenencia del país a occidente, incluyendo un roble cuyas raíces pueden verse a través de un suelo de cristal (el cual aún se conserva en su interior), en referencia a una antigua leyenda magiar; y el sector este, donde se proyectó, a través de una gran pantalla, una película sobre la historia de Hungría. Las torres, edificadas con aspecto de lienzo de fortaleza, quedan comunicadas entre sí por una pasarela, instalándose en aquellas catorce campanas de aleación de bronce, que recordaron la victoria húngara sobre los turcos del imperio Otomano en la batalla de Belgrado, de 1456.
Tras la muestra universal, y tras una restauración de las cubiertas, se instaló en el un museo interactivo único en España por sus contenidos. Fué llamado entonces ''Pabellón de la Energía viva''
Esta iniciativa tuvo una gran acogida y fue avalada por la crítica internacional. Aun así fue cerrado en el año 2007.
Tras el cierre del pabellón se optó por su demolición, que se hubiese materializado si no hubiese sido por la presión de diversas entidades, habiendose perdido para siempre un edificio único en España por sus características, y de un valor arquitectónico incalculable.
Una vez descartado el derribo se planteó en un primer momento su traslado, fuera del recinto de Cartuja 93, barajandose como posible ubicación el parque del Alamillo, pero tras su catalogación como BIC (Bien de interés cultural) debe permanecer en el lugar en el que fue concebido, la Isla de la Cartuja.
Es una pena, con todo lo que se trabajó aquí para la Expo, y lo increíbles que son algunos de los pabellones, no sé cómo está tan abandonado y en desuso, que es peor.
ResponderEliminar